Ramón Velasco Blas
OPERACIÓN A VIDA O MUERTE
Por Ramón Velasco Blas
Madrid, 21 de junio del 2016
El día que comienza todo.
Eran aproximadamente la 6 de la tarde, yo me sentía muy mal.
Mi cuidadora Yamilet, se da cuenta de mi estado y llamó a mi cuñado Josué Noguel Nápoles. Me llevaron a Urgencias en el Sanatorio de la Beata María Ana, y esperamos a que nos atendieran. En vista de que no se me atendía, mi cuidadora Yamilet se pone seria y de esa manera consigue que me realizaran un TAC. A todo esto, yo había perdido el conocimiento.
El Diagnóstico: Obstrucción Intestinal.
Los galenos debían operarme de urgencias de una Peritonitis Fecaloidea, me trasladan entubado a una salita preoperatorio mientras iban preparando el quirófano.
Se presenta el equipo médico que realizaría la intervención quirúrgica, dirigido por la Dra. Cirujana Vicente.
Una vez conocida la noticia comenzaron a llegar mis amigos y colegas, Fernando Peña Morán, Jesús Urbina García y José María Salmerón Arce, abogados del ilustre colegio de Abogados de Madrid, el Dr. Luis Rubio Roldan, médico pediatra y también mi amigo Erik Medina Rodríguez.
La intervención quirúrgica se llevó a cabo de forma exitosa, no obstante, a Yamilet mi cuidadora, le habían comentado que posiblemente yo no saldría con vida aquella noche.
Después de la operación.
Me llevan a la UCI, en un momento que estuve consciente sentí que me moría, vi a la Parca sentada a mi lado departiendo conmigo sobre quien iba a pagar las flores para mi funeral. Esa primera noche la pasé delirando por el efecto de la anestesia y los sedantes aplicado. Recuerdo que vi pasar por delante, a mi amigo Esteban. Yo lo llamaba y no me hacía caso, él se empeñaba en ayudar al enfermero que cuidaba de mí.
Por otro lado, mi cónyuge, Rafael Noguel Nápoles estaba en Ibiza y enseguida que Yamilet lo llama, tomó el primer avión, pero a ciencia cierta no recuerdo casi nada de cuando le vi. Una vez en planta (sala) me recuerdo redactando un mensaje juntos para mis amigos de Facebook.
Quince días en la UCI.
En los quince días que pasé en la UCI creo sin exagerar, fueron los días más negros de mi dilatada vida por el estado en que me encontraba, la anestesia y la medicación. Tenía horas inconscientes, otras conscientes y otras que confundía todo. Tal era el caso que a una enfermera le llamaba Namara y a otra más joven le nombraba Cary, a esta última le decía “Cary dame un beso”. La pobre chica se quedaba cortada. Cuando me enteré de que la enfermera se llamaba Carmen; ya mucho mejor yo de mi condición de salud; le dije: Yo te llamaba Namara y ella me contestó: Ramon, tú puedes llamarme como desees.
También recuerdo después de la operación cuando aún me encontraba con los efectos de la anestesia y medicamentos creí ver a uno de mis fisioterapeutas, concretamente a Javier Martínez Palao y le dije: ¿Has visto a Carmen?, El chico más guapo que os he traído. Entonces Javi se sentó en mi cama y me dijo: No seas tonto Ramon, tu sabes que mientras estés aquí yo no te dejaré. No fue esta la última vez que creí ver a Javi y por más ironías de la vida tampoco fue a verme al sanatorio. Tengo entendido que si le preguntaba a Yamilet y me han aclarado que junto a otro fisioterapeuta nombrado Gonzalo Jaen Sastre que tampoco fue al sanatorio, me habían llamado por videoconferencia, no lo dudo, pero la verdad no recuerdo.
Las cosas que vi bajo los efectos de la anestesia y los medicamentos me recuerdan películas como: “Los otros” o “El sexto sentido”. Desde mi cama veía claramente otra vez a i amigo Esteban que se paseaba por delante de mi sin hacerme caso a pesar de que yo gritaba ¡Esteban!, pero él esperaba a un Doctor que le iba hacer reconocimiento a un enfermero que se encontraba tumbado en una cama contigua a la mía. En mi mente esté enfermero era Gay, solo quería estar con otros chicos en la sala donde estaba separada por biombos, yo oía claramente los jadeos de todos.
Otro día oí claramente la voz de Gonzalo hablando con Yamilet que estaban esperando a otros amigos, que no consigo acordarme quienes eran, que venían a verme, pero no conseguían pasar, yo le rogaba a Yamilet que me sacara para ver quiénes eran, pero ella no quería y me enfadaba con ella.
Otro día fueron a verme mis primos Juan, Loli y su hija Susana. A ellos les reconocí de inmediato. Como les he comentado tenía ratos lucidos, pero la mayoría no era así.
En esos quince días en la UCI apenas podía dormir, creí que cuando me pasaran a la Planta (Sala) con una habitación solo para mi cambiarían las cosas. Hasta ese entonces no recuerdo haber visto a mi cónyuge Rafael Noguel Nápoles y eso que había venido desde Ibiza desde la primera noche que me operaron. Tal era mi estado.
Un desliz que cometí y jamás he sido perdonado.
Ahora os contare algo bien delicado que me ocurrió en esos días.
Es obvio que desde el primer momento el lector se haya percatado de que soy Gay. Pues yo estuve enamorado de mi fisioterapeuta Javier Martínez Palao. Él no lo sabía. En vista de mi gravedad creí que era el momento oportuno de que el Javy como le decía de forma cariñosa, se enterara de cuanto yo lo quería. Yo quería que supiera cuales eran mis verdaderos sentimientos hacía él y cometí la torpeza de hacérselo saber.
Guardo en mi privilegiada memoria el texto del WhatsApp que le envié:
“Javi, vaya por delante mi reconocimiento hacía tu persona. Tengo que decirte que prácticamente desde que te conocí hace dos años, estoy enamorado de ti como una colegiala. Siempre he dicho que el hombre que he querido más ha sido Oscar, pero estaba equivocado. Quiero que sepas que lo que siento por ti es absolutamente puro y que no espero nada a cambio. Espero sabrás disculparme este atrevimiento. Un abrazo que también te pido me disculpes”.
Esta declaración me ha rondado por la cabeza y aun me sigue rondando porque no me ha perdonado. Aun cuando salí del hospital le envié otro mensaje de WhatsApp pidiéndole perdón por aquel desliz mío, y hoy en día sé que no lo ha hecho. Francamente, reconociendo mi culpa, no era para tomárselo tan a la tremenda, sobre todo porque no había ningún elemento ofensivo a mi entender.
He querido olvidar este incidente, pero va ser muy difícil olvidarlo, y es que ha dejado en mí una huella indeleble.
Es hora de dormir.
Retomando a conclusión mi estancia por la UCI, cosa que tampoco he podido olvidar, tal es el grado de miedo que me produce, que en las propias palabras de la Dra. Cirujana la Sra. Elizabeth Vicent me manifestó cuando me dio el alta médica: “Ramon, si se va, que conste que es porque ha sido usted un valiente”
Mi mejoría había sido notoria, mi cónyuge se regresó a Ibiza y una ambulancia me trasladó a mi casa, donde pude dormir.
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